sábado, 29 de diciembre de 2012

Razón y corazón

Daniel Goleman en su libro "La inteligencia emocional" señala que tenemos dos mentes: la mente racional (mente que piensa) y la mente emocional (mente que siente), contrario a lo que muchas personas creen éstas mentes trabajan juntas y justamente debemos hacerlas trabajar de ésta manera, nadie puede ser totalmente racional ni encontrarse en el extremo opuesto pues somos seres dotados de una gama de emociones que nos permiten realmente "vivir sintiendo" nuestras propias experiencias. Nos sirven para adaptarnos, para defendernos, para alejarnos de los que nos amenaza, para darnos cuenta de que debemos modificar ciertas circunstancias, sistemas de alarma que de ninguna manera son negativas, ni el enojo, ni el miedo, ni la tristeza. Lo negativo sería quedarnos atrapados en cada una, sentirlas pero no dejar que se vayan y hacernos difícil la existencia sin hacer buen manejo de ellas. Obviamente cada una de ellas tienen características propias: cognitivas, físicas y conductuales por lo que sabemos que estamos experimentando tristeza (baja de energía, llanto, desgano, desesperanza), miedo (estado de alerta, desesperación ), enojo (alza de energía, pensamientos hostiles ). 

Muchos realmente se han decepcionado de sentir lo que propiamente no es agradable emocionalmente, como el desamor, y quieren transformar su vida en una línea racional para no ser "lastimados por sus propios sentimientos", sin embargo ésto sólo provoca la intensificación y cronificación de lo que en un inicio fue una emoción básica mal manejada. 

Intentar vivir sin emociones, aparte de imposible es la represión de ese toque de sabor que le añade a nuestra existencia, así como tratar de vivir sin la razón, sería abandonarnos a merced de lo que sentimos y sería desastroso para la toma de decisiones. 


Si hay una palabra clave en éste tema sería EQUILIBRIO. 


Analizar lo que sentimos respecto a lo que nos sucede y danos cuenta cuando una emoción normal se nos está saliendo de control. Utilizar nuestras capacidades cognitivas para tomar decisiones unidas a lo que genuinamente sentimos. Sentimientos sin ahogos, sino razonados. 


En realidad no hay triunfo del corazón sobre la cabeza ni de la cabeza sobre el corazón.