sábado, 13 de diciembre de 2025
Generalidades del duelo
viernes, 12 de diciembre de 2025
Nuestros objetos amados
sábado, 6 de diciembre de 2025
Vivir con nuestros muertos
"Vivir con nuestros muertos" de Delphine Horvilleur, uff, qué libro, el único libro que me ha hecho llorar este año, con la historia de "Ariane", tardé en volver de ella, aunque todas son muy conmovedoras y es que ella es una rabina, escritora y filósofa que oficia ceremonias funerarias donde se despiden a las personas que han fallecido y se encarga de recopilar datos e información sobre su vida para esos momentos en que como ella menciona refleja a los familiares y amigos de algún modo cómo ha sido la vida y la persona que partió.
Como digo es profundo y conmovedor, cada capítulo trata sobre la ceremonia de las personas a las que ha acompañado en su último adiós retratando el impacto humano que se tiene frente a la muerte de alguien cercano, la forma en que cada familia atraviesa esos momentos tormentosos del dolor y el shock. ¿Qué se le puede decir a una persona que acaba de perder a un ser querido y tiene destrozado el corazón?
Al leer puedo darme cuenta de que Delphine es una mujer muy valiente, inteligente y especial que utiliza el humor de manera constante en el libro y al redactar también plasma partes de su propia vida y sus pensamientos y creencias sobre la vida y la muerte.
Hay un chiste que te mueve porque es muy crudo: "Estos son dos supervivientes de los campos que están haciendo humor negro sobre el Holocausto. Dios, que pasaba por allí, los interrumpe: -Pero ¿cómo os atrevéis a bromear con tamaña catástrofe?-, y los supervivientes le dicen: ¡Tú qué vas a saber, si no estabas allí!". Reflejando el toque confrontativo con Dios respecto a las experiencias sumamente dolorosas que como humanos no comprendemos y hubiéramos querido que como ser supremo diera un gran estate quieto a la gente malvada para poner orden, un ¡ya basta!
Es un libro maravilloso, Delphine logra captar la esencia de las personas que acompaña y hacer de esta manera un homenaje a su vida por medio del lenguaje escrito.
"Me he dicho muchas veces que tanto para mí como para mis seres queridos deseo que el día de nuestro entierro nuestras vidas puedan ser evocadas desde una perspectiva distinta de la tragedia, que se nos brinde la posibilidad de ser rememorados mediante otros léxicos y otros registros, que nuestras vidas puedan verse como un thriller, una serie romántica, una leyenda mitológica o incluso una comedia popular. lo que sea con tal de que en nuestro entierro se nos permita no ser reducidos a nuestras muertes y transmitir cuán vivos estuvimos en vida".
"Muchas veces he tenido ganas de llorar con ellos, de desmoronarme a su lado, de sollozar a su ritmo. Pero siempre he sabido que debía vetármelo.
Sabía que mi papel me protegía un poco y me obligaba a mucho. Que podía cubrirme con él para mantener a raya el torrente de emociones que arrasaba con todo a su paso pero que a mí, en mi papel de acompañante, me brindaba el privilegio de un refugio flotante al que podía agarrarme igual que a un salvavidas insumergible.
También me parecía que debía mantener la emoción a distancia porque su efecto sobre los deudos podría ser devastador. El rabino o el oficiante no puede, ni debe, entrar en perfecta empatía con aquellos a los que está respaldando. Precisamente su deber consiste en no hacer suyo el dolor de las personas a las que acompaña, y en encarnar el pilar de una verticalidad que las ha abandonado".
