El duelo es una respuesta ante un perdida de diferentes índole que implica una serie de respuestas emocionales, cognitivas, físicas y conductuales. No de todas las perdidas elaboramos un duelo, pues esto tiene que ver con la fuerza del vínculo que se tenía con aquello que perdimos, lo significativo, lo importante para nosotros que haya sido.
Hace años viví un duelo, y muchas personas alrededor mío, no entendían lo que experimentaba, socialmente no estamos tan educados/preparados al respecto. Ahora que estudio la maestría en tanatología y he leído libro tras libro sobre el duelo he comprendido esos cambios, ese llorar hasta no poder respirar, esas noches de no poder dormir despertándome con frecuencia, ese querer ya estar bien pero como por inercia, regresar al dolor una y otra vez. Esto habla sobre la fuerza del vínculo, es el precio de amar algo o a alguien. Cuando has amado tu cerebro, tu cuerpo responden con una aflicción intensa cuando se van. Y está bien pues es el camino para adaptarte a una vida sin aquello. Recuerdo que me decía una persona: "Es que a veces estás bien y otras mal". Y así es el proceso, se llaman oscilaciones y durante el primer año son muy intensos, aunque los demás quieran verte bien de una semana a la otra y deseen que pases la página lo más rápido posible porque les incomoda tu dolor, la cosa no es así y tenemos que aprender a respetar los procesos propios y de los demás.
Dejarnos sentir cura, a sabiendas de que el proceso de duelo no es algo lineal sino dual, que va del dolor a un poco de calma, luego dolor y luego calma de manera oscilante al principio muy fuerte en todos los sentidos. En un solo día podemos ir de sentirnos profundamente tristes por la mañana y luego por la tarde experimentar un descanso del dolor y sentirnos contentos o en calma.
Estos cambios y el estar experimentando una serie de respuestas emocionales y cognitivas no es tanto de lo que comúnmente dicen las personas "echarle ganas" sino de un proceso que es natural y sano aunque sea doloroso, es ir experimentando sin reprimir, sin negar y qué mejor que estar acompañados de personas que puedan ser compañía sin juzgar, sin presionar aprender a ser compasivas que desarrollen la capacidad de escucha y atención de la persona querida, llámese amigo, familiar, pareja, etc. A veces el mejor regalo no son las palabras correctas, sino actos de amor y de servicio como abrazar, escuchar, estar presentes frente al dolor del otro.
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