Nuestra estabilidad emocional se basa en gran medida en el sentido de invulnerabilidad. Cuando nos vemos amenazados por algún suceso que cambia las circunstancias de la vida como alguna dificultad o enfermedad, la realidad choca frente a nuestros ojos ¿Cómo hemos vivido hasta ahora? Recordamos quizás los buenos momentos, sentimos que nuestra vida ha sido lo suficientemente buena para seguir en ella o simplemente pasan por la mente lo que aún queda por conocer.
La vida cotidiana, los deberes y la rutina nos absorben de tal manera la consciencia que a veces damos la vida por sentado, por algo seguro y no pensamos en que es finita. Necesitamos por ello una pequeña sacudida que nos obligue a parar, a reflexionar acerca de la vida que llevamos.
Dice el poeta francés Christian Bobin: "Aprendí a conocer todas las cosas a través de su contrario: lo claro por lo sombrío, el canto por el silencio, el amor por la soledad" Y añadiríamos: Lo dulce por lo amargo, el disfrute por el sufrimiento. Ojalá no olvidáramos con demasiada rapidez nuestros momentos difíciles, esos que nos han hecho sentir vulnerables para poder observar con los ojos de un recién nacido la mayor parte del tiempo, sentirnos cada mañana sorprendidos por el sol y por el color de las flores, para sonreír espontáneamente y voltear la mirada a todo lo bueno que podemos disfrutar en este preciso instante. Esos detalles o momentos en los que existimos pero que no nos detenemos, que vemos, pero no observamos. Momento dificil o no, estos últimos días del año 2016 son un pretexto ideal para detenernos a pensar en que estamos aquí para fijarnos más en todo por lo que vale la pena vivir.
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